Sueños...


Rincones de olvido eterno.
Pasiones prohibidas sin restricciones.
Candente y exudante duelo entre pieles.
Repeluzneante sentir del alma desabrigada.
Abrigo innecesario ante tan cálido arranque.
Miedo.
Miedo al dolor inminente de la pasión recurrente.
Miedo al placer del tormento desgarrando cortezas.
Miedo al rápido acomodo del gozo producido por la fricción.
Fricción que no se puede más que ceder a su dominio.
Dominio otorgado por el miedo.
Miedo.
Así se hace llamar la inocencia.
Inocencia que anda en busca de complacencia.
Inocencia que utiliza el miedo para su entretenimiento.
¡Despierta!
Me llaman.
¿Quién llama?
Pieles abrigadas y desconcertadas.
¿Qué hago?
¿Dónde estoy?
La furia se apodera de tan placentero y grato lugar.
¿Qué lugar?
Se pierde la consciencia.
Se pierde el sentido del tiempo.
Se pierde la inocencia.
Estoy en casa.
Siempre quise una casa como esta.
Mis hijos…
Tengo hijos.
Dichas reprimidas en bostezos callados.
¿Dónde estoy?
Me llaman.
El viento juega conmigo.
Apenas puedo mantenerme en pie.
¿Dónde estoy?
¿Qué es eso?
Siempre eh querido ir ahí.
Desconcierto.
No sabía que estaba tan cerca.
El anhelo de la distante y cercana dicha.
Jamás pensé que llegaría a pisar este lugar.
Jubilo recorriendo los ríos del elemento.
Lagrimas brotan de mis ojos.
Ojos que no sienten.
Ojos dormidos.
Me llaman.
¿Por qué estoy vestido así?
¿Quién es esa princesa que viene hacia mí?
Sustantivo deseo andante.
Me abraza y me dice “gracias papá”.
¿Papá?
Se impacientan los nervios frente a la confección.
Que hermosa mi hija.
“¿Papá me prestas las llaves del auto?”
¿Hijo?
Me llaman.
Existencia subjetiva a la voluntad de hacerse realidad.

Emanuel Félix
6/26/2014

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